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En palabras de Goethe, "todo comienzo tiene su encanto", así que si es la primera vez que te sumerges en 'Yo Periodista' quizás seas partícipe del encanto de la profesión periodística desde la mirada de su autora. Si ya has visitado este blog, Yo Periodista intentará transmitirte ese encanto del comienzo....

jueves, 6 de febrero de 2014

El hombre que fabricaba burbujas

"Me quiero y me odio a partes iguales". Blogs20  Minutos 
Sus pies cansados de ciudad recalaron en cualquier banco de parque. Observaba como caía la tarde entre el griterío infantil y el run run cotilla de las madres de los siete ojos vigilantes ante el corre-corre de sus pequeños. Él pasaba inadvertido en tal escenario pese a su aspecto dejado y maloliente, como si su atuendo fuera ese que se cosió siendo no mucho mayor que los protagonistas de la escena: la capa de don Invisible.

Sin embargo, de repente él sí advirtió la presencia de alguien a su lado. Sí, al fin alguien compartía su asiento de hierro. Se relajó y lo disfrutó, a sabiendas de que lo que vendría  sería uno de esos instantes mágico de vida en el que él y sólo él sería el único público asistente. La desconocida, agotada de juegos, paseos y demás cuidados de madre, trataba de retener cerca del banco a su pequeño que se afanaba por soplar y soplar en el típico pompero de colores que su papá ganó en el tirapichón de las últimas fiestas del pueblo. Faltaba jabón y faltaba agua, poco le importaba. Ni siquiera sabía qué eran esos ingredientes necesarios para que salieran las pompas. No desistía, sólo repetía el gesto que hacía poco su mamá le enseñó. Y a ella se dirigían todas sus miradas y sus palabras de media lengua para que le arreglara el sorprendente artilugio mágico. Una y otra vez agitaba el pompero, cada vez más fuerte, el payaso de la etiqueta arríba, el payaso abajo... Y nada. Apenas salía del aro expendedor una viruta jabonosa de los restos de la mezcla.
-"Mamá no popas, sa' oto. Maaammáaa, no volan bubuja"..

No, pequeño,no. En estos tiempos de crisis y mentiras, de prisas y desencanto, de  playstation y redes sociales, cierto, ya no vuelan burbujas...- pensó él entonces y se marchó del parque como llegó, inadvertido y en silencio, sin que nadie echara de menos su presencia.

Esa noche apenas pudo dormir. Daba vueltas y más vueltas... "No vuelan burbujas", retumbaba en su mente. Tenía que hacer algo. Creía firmemente que las burbujas eran necesarias, él mismo la necesitaba como salida a la situación precaria por la que pasaba desde que vagaba entre fantasmas semejantes por las filas del INEM. En esas andaba, cuando de un respingo se levantó de la cama y se puso a trabajar en su garaje, no sin antes limpiar el moho que tenían sus herramientas. Dibujó una especie de croquis, al final casi ininteligible por la multitud tachones y más borrones que llevaba, pero al fin obtuvo la fórmula de su invento. Sólo le faltaban los materiales para fabricarlo, ¿cómo lograrlo sin un duro? Muchos de sus vecinos habían denunciado en multitud de ocasiones su habitáculo lleno hasta arriba trastos viejos,  papeles, mantas viejas... y todo lo que recogía de los cubos de basura, todo lo que la sociedad consumista deshecha entender le sería útil algún día - aunque ahora no sabía muy bien para qué. A su paso, cada día sus convecinos y demás conocidos murmuraban lo más que predecible, que era un pobre hombre "levantado de la cabeza", ido desde que perdió su trabajo y a su mujer, y al que el Díos griego Diógenes lo había atrapado en sus redes.
Había llegado el momento de usar mucho de lo que guardaba en su garaje, insospechado taller. Durante dos noches, nuestro personaje se llevó haciendo pruebas y eligiendo los mejores materiales para su invento. Y entonces, siguiendo con los griegos, exclamó: ¡Eureka, burbuja! Ya la tenía: translúcida pero lo suficientemente dura para soportar envistes venideros, ligera de peso pero proporcional a su tamaño, con capacidad para volar por las nubes o rodar por la tierra, -a gusto del consumidor- y con una compuerta con código digital por la que introducirse. Estaba realmente exhausto pero feliz: lo había logrado, ya tenía su burbuja dispuesta para volar.

Bajo un sol espléndido,en la mañana salió a pasear en su burbuja. Los viandantes lo miraban extrañados y le preguntaban qué era aquello que había fabricado. "Es una burbuja a prueba de los golpes de la vida",explicaba orgulloso. Pronto llegaron a  su taller peticiones y más encargos de muchos de los que antes lo tildaban de loco. Corrían malos tiempos, los peores recordados en siglos, y la gente quería y necesitaba de las burbujas. En poco tiempo, proliferaron las burbujas por toda la ciudad, pronto por la provincia y más allá de las fronteras nacionales. Sus ingresos aumentaron considerablemente en poco tiempo y no paraba de fabricar burbujas, no daba a bastos, hasta tuvo que contratar personal que lo ayudara dada la demanda. Todo era sencillamente perfecto, o al menos eso se pensaba: feliz cada cual se protegía en su burbuja de lo que pasaba a su alrededor. Pero claro, siempre surge,-más tarde o más temprano-un pero: en esta ocasión la contraindicación de su invento no era otro que la soledad, el aislamiento, la incomunicación entre familias, amigos, padres e hijos: ya no estabala estampa del principio: los chiquillos jugueteando en el parque y sus madres cuidadoras cotilleando, pero pendientes de sus movimientos;, ya ni se veía ni se sentía esa emotiva ternura madre e hijo porque nada más dar a luz al bebé se le introducía en una burbuja propia para protegerlo... La gente moría sola sin pena ni gloria,  la existencia era cada vez más anodina...

Al cabo del tiempo, como era de esperar el negocio se vino abajo. En su taller, el hombre que fabricaba burbujas se vio obligado a colgar el cartel de "Cerrado. Ya no vuelan burbujas". No, ya no. ya no vuelan - reflexionaba nuestro protagonista- pero cuántas veces en la vida sentimos la necesidad de construirnos nuestra propia burbuja para pasar un tiempo y apartarnos de todo...pero cuán es el precio que pagamos al introducirnos en ellas. Demasiado alto, - aseveraba- un vuelo demasiado alto, a demasiados pies del suelo con una más que probable caída mortal...

Y volvió al mismo banco del parque del comienzo con su ropa roída y su disfraz de don Invisible. Varios pequeños competían echando pompas a volar por doquier, reían y soñaban mientras el esférico jabonoso se desvanecía en el aire, hasta que sus ojos no alcanzaban a ver o hasta que simplemente chocaban con las nubes, el sol o más bien las frondosas copas de los árboles...


1 comentario:

Sara dijo...

Una linda historia para leer y entretenerse un rato, espero que en algún momento tenga la posibilidad de hacerlo, creo que voy a tener que esperar porque escribir lleva su tiempo, y es algo que no tengo porque por suerte tengo mucho trabajo en las ventas de ropa de mujer por mayor