Había escuchado la palabra en infinidad de ocasiones, usado casi a diario y considerado ya algo manida tras pasar la moda de los 90. Todos la habían seguido alguna vez, pero ella se había negado en rotundo a acumular varios cubos de colores por materias en la cocina y depositar así sus desechos cotidianos.
El día que cumplió cincuenta y dos años, Cristina Alboraz no pudo evitar sentirse como un papel arrugado, hecho bola y encestado en un cubo de basura cualquiera. Estaba despedida; la blogosfera se había comido su libreta, su puño y su letra sin querer darse cuenta. Era lo que se llevaba ahora, y esta vez no le quedaba otra: “Reciclarse o morir”, -se dijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario