La puerta condenada |
Cuando sus pies agrietados atravesaron la última duna, se secó el sudor de su frente con el pañuelo blanco de bordadas iniciales, miró de nuevo y la vio: la puerta yacía allí, llena de desconchados y arañazos, en la inmensidad infinita, pero en pie. Apenas le quedaba ya unas maltrechas jambas y el pomo dorado herrugento. Sin saber muy bien cómo, había sobrevivido casi a prueba de bombas, al paso de vientos huracanados y de oleajes tsunamis de los últimos tiempos. Corrió hacia ella agotando sus últimas fuerzas.Cruzaría de una vez por todas y sin miedos esa puerta a la que llamaban condenada para surcar otros mares y nuevas aventuras. Pero, eso sí, la dejaría así, a la vista de todos los peregrinos, y entreabierta al fluir de sus sueños nuevos y añejos.
Y de un plumazo, hoy puede que haya cerrado una puerta entreabierta desde hace casi un año, - con sus sofocos, calinas y sus hielos- y convertida en herida silenciosa por distintos motivos, gestiones y otras problemáticas añadidas que algún día no muy lejano puede que se convierta en protagonista en solitario de uno de mis retales. Puede que en el camino haya dejado muchas miguitas de pan a modo de ilusiones maltrechas que retomaré algún día, ante alguna llama inusitada,- todo es posible-, pero hoy respiro al menos con cierta carga liberada a mi espalda y ya dispuesta a llamar a otras puertas, ideando otros sueños que, aunque menos azules, no teman a ese cuento del fracaso auto-impuesto a veces como una verja trampa con punzones afilados.
(...) Abriendo puertas, cerrando heridas.
que el fracaso es puro invento,
ya no me vengas con ese cuento, no, no.
Y ahora caigo. Estamos en diciembre, ya en pleno adviento cristiano y a las puertas de un puente de ocio para unos pocos y en el se montan belenes y arbolitos de Navidad. Y es un buen tiempo éste, algo gélido en estos días, para recordar canciones como ésta de la cubana de "sangre caliente", Gloria Estefan (1995) y que seguíamos bailando en nuestras "casas de navidad" allá por el año 2000, cuando también rondaban ciertas profecías como ahora del fin del mundo. Pues no, no se acabó entonces y aquí seguimos en la lucha de vivir,- sólo es eso: vivir, tan sencillo y tan complicado-, y ya están aquí otras Navidades, y vuelta a empezar en otro año, éste que se avecina con mala pata por el número para los supersticiosos y con no muy buenas previsiones económicas. Sin embargo, son estas las fechas por antonomasia para cerrar heridas, - muchas superficialmente y de cara a la galería- aunque también se sigan cerrando puertas por mucho Belén que hayamos montado. Puertas físicas, como las que relata la Biblia que se cerraron en las narices de la Virgen María ya parturienta y a José el Carpintero, y encima ahora también desaparece el calor de la mula y el buey gracias a nuestro Papa Benedicto y su nuevo libro, - miedo me dan sus nuevos twits.
Y qué más nos da todo eso... Así nos tienen entretenidos, desvío de atención para ser más exactos, para que no echemos a ver el estado real y diario de otras puertas: unas, las que se abren a patadas y golpes para llevar a cabo un nuevo desahucio de familias enteras, inmigrantes, jóvenes con sueños rotos... y otras, las que se cierran a los casi cinco millones de españoles en la búsqueda de un empleo y un sustento para seguir tirando... Y aquí las heridas están más que abiertas, reabiertas y hurgadas profundo.
Y cómo parar esto si el mundo por más que queramos sigue girando y girando ante el dedo de unos pocos, los de siempre. Y cómo, cómo pararlo si estamos rodeados de las otras víboras que pasan por políticos, banqueros, empresarios y nosotros mismos, por qué no, que en un mínimo atisbo de ego enaltecido y falso poder sobre ese bola de cristal nos vanagloriamos de abrir y de cerrar puertas, -físicas y metafóricas, ¿acaso importan?- y sirviendo al antojo de nuestro ombligo.
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