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En palabras de Goethe, "todo comienzo tiene su encanto", así que si es la primera vez que te sumerges en 'Yo Periodista' quizás seas partícipe del encanto de la profesión periodística desde la mirada de su autora. Si ya has visitado este blog, Yo Periodista intentará transmitirte ese encanto del comienzo....

lunes, 14 de septiembre de 2009

José Manuel Torres Ayala recorre las tierras rojas en La Factoría

El joven nervense José Manuel Torres Ayala, estudiante de 4º de Periodismo en la Universidad de Sevilla, ha colaborado con el blog La Factoría con "Entre Marte y el centro de la Tierra": un artículo lleno de color y fuerza con el que Torres Ayala hace un recorrido por los atractivos de su tierra, nuestra Cuenca Minera de Riotinto.


Inspiración de poetas,

tierra de artistas,

lugar de contrastes

y de colores inusuales. Minas a cielo abierto

que abrazan

el corazón de la tierra

y un río que parece

souvenir de una misión a otro planeta.

J.M. Torres Ayala


La Cu
enca Minera de Riotinto se asienta sobre una tierra distinta, que no existe en ninguna otra parte del mundo.

Es un lugar de mezclas, de salvaje explotación de los recursos que ofrece el medio ambiente y de respeto a la naturaleza. Es un lugar de colores variopintos, el rojo se funde con el naranja y éste a su vez con el blanco y todos ellos con el gris y de repente llega el verde, el color de la esperanza nos indica que nos encontramos a escasos pasos de la sierra de Huelva.

El enigmático Río Tinto, la grandeza de Corta Atalaya, el embrujo de Peña de Hierro, los malacates, esos elevadores que sumían a los obreros en los abismos de la tierra y que los depositaban, insignificantes, en los cavernas que surcaban las entrañas de la cuenca; las chimeneas, los restos de las teleras, los embalses o las viejas máquinas, las vías del tren y sobre todo el corazón de cada uno de los mineros que supo llegar a labrarse su conciencia de clase y levantarse ante el colonizador todopoderoso,… todo eso es la Cuenca Minera de Riotinto.


Corta Atalaya
Si alguna vez el hombre, en su afán por conquistar La Tierra estuvo cerca fue en Corta Atalaya. Los humanos jugaron a ser dioses y quisieron llegar al corazón del mundo en el que vivían. Armados de valor y fe cavaron sin cesar derramando su sangre y su sudor, esparciendo parte de sus vidas sobre la tierra que socavaban.
La obra se fue haciendo escalonada, apoyada sobre baldas de tierra cobriza que refulgían al contacto con el Sol. El brillo y la belleza fueron llamando la atención del Todopoderoso, que desde su privilegiado balcón en las alturas, marcaba el son, cual capataz de la exhumación de la hermosura.

La brecha fue tomando profundidad y curiosas formas. Como un laberíntico y encaramado sendero, la tierra mostraba el camino que el hombre debía seguir para llegar al abismo. Cavaron y cavaron, metros, cientos de metros hasta llegar al final. La obra era ensimismadora, su capataz se felicitó por el trabajo bien hecho. Las generaciones de trabajadores quedaron fascinadas con el resultado y todas las personas, dichosas, que alguna vez han podido visitarla han quedado estupefactas. Nadie pensaba que la tierra que a diario pisaban pudiera esconder tal cantidad de hermosura.

Las joyas y minerales preciosos que esta tierra albergaba fueron a parar a las dulces manos y refinados dedos de alguna pulcra dama, pero la riqueza más importante que de ella emergió, que no tiene valor material, pero sí visual, ha quedado y quedará para los habitantes de la cuenca minera, que a diario pueden disfrutar de tal espectáculo natural.

El dinero, el oro y las joyas caerán en el olvido, pero Corta Atalaya, aquello a lo que Juan Cobos-Wilkins llamó El Corazón de la Tierra quedará para siempre grabado a fuego en el pecho de cada una de las personas que alguna vez dejaron reposar sus ojos ante la majestuosidad de sus formas.

Malacates
Llegar a tocar con tus dedos lo que se esconde bajo el suelo, sentir el crepitar incesante de la tierra que el común de los mortales sólo puede intuir bajo la mediación del material artificial en el que se asientan sus zapatos, permanecer en simbiosis con el medio que te rodea. Se dice que los mineros están hechos de una pasta diferente, que son superhombres que aguantan condiciones en las que el resto sucumbirían, que su profesión supone un gran riesgo, que a diario despiertan sin saber si podrán volver a su lecho o encontrarán la muerte entre gosan y pirita.

Para bajar cada día a las catacumbas donde habitan las riquezas minerales, paradójicamente, necesitan ayuda. De algunos de los metales que extraen en su menester diario se fabrican los malacates. Moles de hierro y aleaciones que presiden, solemnes, los cerros de toda la Cuenca Minera de Riotinto. Pueblan el paisaje con su singular figura. Se alzan, toscos, desde el inframundo hasta rozar el cielo, anunciando a nativos y foráneos la ubicación de una entrada a la mina.
Pórticos al subsuelo, que a tempranas horas son odiados por los mineros, pero que tras la agotadora jornada se convierten en el único resquicio de salvación para la ansiada vuelta a la civilización.(...) Pincha AQUÍ para leer el post completo en La Factoría

1 comentario:

Natalia, la malagueña dijo...

¡Hola, Carmen!

¿Cómo estás tras tu descanso en Nerva York? Te prometí ponerte algo bonito, pero no he encontrado nada de ningún autor que no conozcas ya. Por eso me he tomado la libertad de pasarte la última redacción que escribí cuando me "obligaban" en el insti. A mí, por ahora, se me resiste, la poesía, por desgracia (todo es ponerse).Pero la prosa no. Te la mando. No seas muy cruel con tus críticas, que han pasado ya once años. Ya me dices qué te ha parecido. Besos, wapa. Ten en cuenta que es cosecha propia.

El árbol mece trémulo la sonrisa de una estrella que se resbala por su cuerpo marcando oscuras curvas tentadoras (título muy largo, pero mola porque parece que el texto va a ser porno.Las apariencias engañan)


Una rutilante estrella se alejó desmotivada del firmamento y, además, no le importó desfigurar el contorno de Andrómeda.
Su viaje a ninguna parte pareció tan fugaz como el lanzamiento de un cohete. Antes de que la aventura llegase a su fin, se interpuso en el camino de un robusto árbol que la acariciaba con sus más débiles hojas lanceoladas.
El lucero soltaba polvo estelar cada vez que contactaba con las extremidades del ser vivo. El asteroide se deslizaba lentamente por sus ramas, mas el arbusto lloraba savia al sentir que la llama de su vida se apagaba.
El cometa dejaba al descubierto las más recónditas parábolas milenarias a fin de que los animales se concienciasen del hogar que despreciaron en un pasado no muy lejano. Apenas quedaba un palmo del suelo para que la odisea se agotara aunque, con tan escaso tiempo, se percibió una inconcebible escultura algo tostada.
El destino se hallaba escrito y nadie disponía de una goma para anularlo.
Parte de la diosa se depositó en el suelo terrestre y, con ella, se incineró la estatua. Las dos, en una llama común, reflejaron los rostros sonrientes de la hija de Cefeo y Casiopea y el de Leonardo da Vinci.

A mi profe le encantó, pero no sé si fue porque era su preferida o porque realmente está bien. Fuera del ámbito de mi familia, eres la primera persona a quien dejo que la lea. Me da vergüenza, no te creas. Tendré que "autoimponerme" seguir escribiendo, pero es que estoy demasiado cansada...Qué te voy a decir que tú no sepas.

Para que veas que cumplo mi palabra, un poco tarde, pero es que no la encontraba y ha aparecido haciendo limpieza :)

Besotes y perdona si te he echo perder el tiempo.