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sábado, 30 de abril de 2016

De cuando sangra el cobre, el alma y la palabra misma

Con Alfonso Pedro y su libro  Cuando sangra el cobre
Justo hoy hace una semana de la presentación del libro Cuando sangra el cobre de Alfonso Pedro en Nerva, en el emblemático salón de nuestro Casino del Centro Cultural y en dentro de la Gala de Entrega de Premios del II Concurso de Microrrelatos Intantiles, del que específicamente hablaré en otro post. Pero es difícil, y mucho. 

Se me hace difícil  transmitir todo lo vivido y sentido  al presentar al amigo Alfonso que, a pesar de conocernos de poco  y gracias a algún amigo en común que nos acercó su estima recíproca-, parece que nos tratamos desde hace años... Será por su novela que  me ha llegado hondo, mucho más allá de las profundidades de la mina, la que nos envuelve, allá por nuestra alma, recubierta toda de raíces mineras, de cobre, de azufre y de tierra herida de sangre y sudor de nuestros padres y abuelos.  Será... no sé. Quizás... ya sé: la palabra misma... Y por eso aquí os dejo las mías, aquellas palabras que enuncié en la tarde del sábado 23 de abril cuando presenté a un grande en mi pueblo, en Nerva, en nuestra Cuenca Minera de Riotinto: Alfonso Pedro. 

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No os imagináis el placer tan grande que siento el estar hoy aquí, en mi pueblo y en este salón del Centro, de nuevo a rebosar. Porque no me digáis que el marco no es incomparable: 

  • 23 de abril, día del libro, cuarto centenario de la muerte de Cervantes, de Shakeaspeare y de Garcilaso de la Vega.
  • Que además aquí en el Centro Cultural lo conmemoramos rodeados de los más pequeños y por eso lo  hecho coincidir a conciencia con esta  Gala de Entrega de Premios de la segunda edición del Concurso de Microrrelatos Infantiles, una cita para mí muy entrañable, un proyecto en el que he colaborado intensamente desde su creación  y que, por tanto, siento muy mío.
  • Y a la que este año hemos sumado la presentación de una novela que está siendo todo un éxito editorial y cuyo autor tenemos la suerte y el orgullo de que sea uno de nuestros paisano,  mi cómplice de versos de paz, y al nos une una pasión compartida por estas tierras rojas, la Cuenca Minera de Riotinto, esa que nos vio nacer y a la que permaneceremos ligados de por vida por muy lejos de ella que nos encontremos: Alfonso Pedro Domínguez.

Y es que sencillamente no encuentro nadie mejor que Alfonso Pedro para ese valor añadido que queríamos darle este año a la gala. Ni mejor novela que la suya,cuyo título no puede ser más sugerente, y más nuestro: Cuando sangra el cobre.

Porque Alfonso Pedro Domínguez es natural de Riotinto, aunque por circunstancias naciera en Huelva capital; se ha criado en la localidad vecina de donde procede su familia y en la que ha vivido prácticamente toda su vida hasta que aprobara las oposiciones de magisterio en Huelva donde actualmente reside y donde compagina la docencia con el amor a su familia y a la literatura. Y es que desde bien pequeño, desde que era un niño como los participantes de este concurso, le ha fascinado la escritura,  sobre todo la poesía. Pero no será  hasta  la muerte de su padre, -e inspirado en las historias que éste le contaba sobre las duras condiciones que vivieron los mineros de la zona tras la Guerra Civil-, cuando se decida a contarlas en prosa y través de esta novela que hoy presentamos en Nerva. 

Cuando sangra el cobre. A Alfonso le gusta definirla como “una ficción no imposible”, “una invención que encubre una profunda verdad”, dice Parreño en el prólogo. Y yo añado, “sencillamente muy nuestra”. Porque cualquiera de los que estamos aquí, niños y no tan niños hemos escuchado historias con muchas similitudes de boca  nuestros mayores, por nuestros padres o abuelos, acerca de lo que se vivió aquí en una época muy complicada no sólo para  la comarca sino para todo el país: de cómo se trabajaba en la mina en aquellos entonces, cómo era el día a día de las familias, el hambre y la penuria que se pasaba, las condiciones de higiene que tanto nos sorprenden ante las de ahora… 

Y Alfonso Pedro da, a lo largo de todo el libro, buena prueba de que es un gran conocedor de la situación de entonces y que, pese a no haberlo vivido de lleno por edad,  se ha documentado casi al milímetro para poder acercárnosla con todo lujo de detalles, de una manera clara y sencilla, con explicaciones pertinentes que contextualizan aún más cada episodio que va sucediendo, aderezado con infinidad de palabras y expresiones muy nuestras con las que  rápidamente consigue ponernos  en la piel del protagonista y de los demás personajes.  Los mineros y sus palomitas de manguara, las mujeres en los lavaderos públicos, las insalubres carros y  letrinas públicas, los bailes de educación y descanso, la esquila y los barrenos...

Y claro, estos detalles además de dar grandes grandes dosis de realidad a la historia inventada, a los que compartimos estas tierras nos llega, y nos llega muy hondo. Es más, puede que incluso podamos hasta reconocernos a nosotros mismos en alguno de esos personajes o situaciones, sobre todo los más mayores,  y así le han llegado comentaros al propio autor: se encuentran semejanzas con  personas de carne y hueso  que vivieron realmente en aquellos años en Riotinto, y también aquí en Nerva, e incluso se ponen nombres y apellidos a muchos de ellos.  

Pero hay más, mucho más que una simple traslación localista de la historia de nuestros pueblos a la ficción.  Porque en esa ficción vivida y sentida en la Cuenca, existe un  concepto vital en torno al  que gira  la obra de Alfonso, y que a su vez va en el ADN de  los hombres y mujeres de esta tierra: el espíritu luchador, ese que lamentablemente parece permanecer adormecido en la sociedad en general y más o menos acomodada en la que vivimos, pese a ciertos conatos que surgen en los últimos tiempos, y que en esta novela se recalca y subraya en rojo. 

Si nos fijamos, el protagonista, Cristobal, es un joven minero que lucha -estamos oyendo bien, juventud que lucha- por mejorar la vida en la mina y en la comarca  ante la sumisión y el miedo reinante en muchos habitantes de la zona por aquellos duros años en los que a la represión franquista se unían los tentáculos del poder inglés y de la toda poderosa Compañía por el suelo y subsuelo de la comarca. Tanta lucha y tanto sacrificio de la gente sencilla en una época convulsa y llena de calamidades que contrasta con los lujos de la colonia anglosajona en el vecino barrio de Bellavista. “Mientras ustedes juegan al cricket, nuestros hijos lo hacen a disimular el hambre”, se puede leer en cierto momento de la novela.

Desgarradora, vibrante y directa. Así es Cuando sangra el cobre. Pero claro, qué hay detrás, porque debe haber algo muy fuerte en del proceso creativo para poder transmitir esos adjetivos tan intensos. Y lo hay. Reside dentro del propio autor que ha sentido y vivido cada letra y cada diálogo, que ha respirado y sangrado con cada personaje, con cada nota de la esquila y con lo agreste y espectacular de los paisajes que rodean su pueblo. Ayer mismo me hablaba Alfonso de lo especial de la novela para él, no sólo por ser la primera que publica, sino sobre todo por lo presente que en ella  está su familia, sus padres… Su padre, aquel hombre bueno, aquel maquinista de malacate que le contaba tantas y tantas  historias mineras a su hijo que ha honrado su memoria de la mejor forma posible y para siempre con esta deliciosa novela.

Peña de Hierro. De Fernando Espinosa
a Alfonso Pedro
Porque podrán venir otros libros, ya sea novelados o en versos, y estoy segura que vendrán y muy pronto;  pero Cuando sangra el cobre permanecerá siempre en este escritor, amigo y paisano de letras y de tierra; porque sencillamente Alfonso Pedro pone siempre su alma sensible al servicio de su puño para llegarnos muy adentro. Como en estos versos suyos que tantos sentimientos de la novela aglutina  y que recito antes de darle paso al autor:

RIOTINTO 

TIERRA roja de cobre y sangre,
de vida derramada, de llanto y de sudor.
Aire negro para almas blancas.
Rincón secreto de piedra dorada.
Bocados en la tierra, laderas de vida despojada.
Sirenas que anuncian heridas,
heridas de muerte empapadas.
Gente que sufre y trabaja,
gente que lucha, gente maltratada,
gente que sueña del alba a la madrugada.
Tierra roja de cobre y sangre,
tierra querida y engañada. 

1 comentario:

Diego Lopa dijo...

Suscribo integramente el escrito. Una novela para vivirla página a página. Enhorabuena a Alfonso Pedro.