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sábado, 25 de abril de 2020

Noemí Romero y su sentir de este "tiempo confinado" con las manos

Es curioso el valor que están adquiriendo verbos que teníamos olvidados en la rutina y en la prisa. Hablo de sentir, reflexionar, crear, comunicar, llegar al otro, los nuestros en esta distancia impuesta. Qué importante se nos hace ahora la capacidad de empatizar con unos y otros para sentirnos más vivos y respirar sin mascarilla, ante la puñetera curva, las cifras de contagios, de muerte. Y frente a tanta devastación,  qué decir de estos otros: abrazar, besar... Sí, ante el maldito virus: vivir en un "tiempo para echar de menos" - de la canción de Jose Carlos Escobar- es infinitamente mejor definición que estar en cuarentena o en confinamiento.  
Y es impresionante la capacidad que tiene la música para removernos por dentro, rompernos y recomponernos en milésimas de segundos. Claro que es fácil si quien la crea, quien la siente y la hace suya la comparte  poniendo el alma en la garganta y en los dedos sobre la guitarra, a pecho descubierto en cada letra compuesta,  para conseguir hacer posible cada verbo de arriba, para   abrazar "con el corazón más fuerte que con los brazos" y salvarnos en estos momentos amargos. Y eso debe ser magia, eso que sentimos todos escuchando a José Carlos, y de seguro que ahora  llega a quien no puede gracias a la también nervense  Noemí Romero, quien nos ha regalado hoy el tema "Tiempo para echar de menos" interpretado con lenguaje de signos y lo ha hecho aún más maravilla de la que podíamos alcanzar a entender con nuestros oidos. Porque ella le suma imprimiendo su fuerza en cada signo que gesticula con sus manos, con su cuerpo y sus grandes ojos, que siente y echa de menos; deja en cada gesto su entusiasmo para abrazar la melodía creada por su amigo, y la besa con pasión, y la besa tanto como quien hace poesía en un lienzo, regalando aire y libertad. Y vida, esa que ella bien sabe dar y de verdad,  cada día, sin pedir nada a cambio. 

Es cierto lo que ella misma me decía hoy, que la he visto crecer. Sí, hasta tengo una imagen guardada de ella en mis recuerdos cuando Noemí era una "renacuaja" con vestido de lazo que iba "a rabito" de su hermano Ángel en el parque o por el Paseo. Más tarde, la vida nos ha acercado, en frente, donde vive parte de mi ya familia que ella quiere como suya, desde "las niñas" a la bisa. Y por eso, me conmueve mucho verla comunicando tanto, porque sé lo "sentía" que es, porque se le nota a legua que es su alma la que hace que sus manos se muevan tan libres, justo como las a alas que necesitamos estos días para aunque sea  ir y volver al menos en un chasquido de dedos, para abrazar y besar a quien queremos y necesitamos.

Mil gracias, Noemí y José Carlos por dejarnos sentir lo que lleváis  dentro. 



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